Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1709
Legislatura: 1901-1902 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 18 de febrero de 1902
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 122, 3552
Tema: Suspensión de las garantías constitucionales en Barcelona

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Vea S. S. como está equivocado, porque precisamente en el período electoral es donde yo podía fundar esa esperanza. (El Sr. Maura: No debe haber en Barcelona cosas graves cuando S. S. está de tan buen humor.) Yo no contesto de buen humor ni de mal humor, lo que hago es contestar (Muy bien, en la mayoría), y ya que S. S. que es muy batallador, muy discutidor, ha tocado dos o tres veces ese punto, le diré que para que acabemos de una vez, es necesario que lo toquemos de veras, y entonces se verá quién tiene razón; si S. S. o yo; si S. S. o el Gobierno. Entretanto, ¿a qué viene traer a debate el pleito electoral en este momento?

Ha dicho S. S. que para resolver este conflicto se necesita una autoridad moral, que el Gobierno, a juicio de S. S., no tenía, ni tampoco tenían las autoridades de Barcelona. Ciertamente que para todo es elemento poderoso la autoridad moral; pero es que no sólo han intervenido en los sucesos de Barcelona durante todo el movimiento huelguista el Gobierno y las autoridades, sino también el Ayuntamiento de Barcelona y los Diputados de Barcelona; por lo visto, ni unos ni otros han tenido autoridad moral par resolver el conflicto.

Admitiendo la teoría de S. S., tampoco han tenido autoridad moral los Gobiernos extranjeros que han dejado llegar las huelgas al extremo que han llegado en algunos puntos, como, por ejemplo, en Trieste. No digo nada de Italia, donde ha ocurrido el mayor número de huelgas que yo he conocido y que registra la historia. De manera que aquel Gobierno tampoco tiene autoridad moral.

No, Sr. Maura; la resolución del problema depende, no sólo de la autoridad moral, sino de muchos otros factores que son independientes también de las funciones de gobierno.

Por lo demás, alguna autoridad moral tendrá el Gobierno, cuando he recordado a S. S. que de ciento sesenta y tantas huelgas de importancia, sólo en ocho o diez ha habido esto que pasa en Barcelona, y no en tanta escala; en todas las demás, lo sucedido no ha tenido importancia o ha sido muy poca.

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Tampoco quiero yo comparar lo de Barcelona y La Coruña con lo ocurrido en Milán y en Trieste, porque es mucho más grave lo que ha pasado en estos puntos. ¿Sabe S. S. las bajas que ha habido que lamentar en Milán? Pues pasaron de 100 los muertos y se aproximó a 1.000 el número de los heridos. Y en Trieste van registrados 15 muertos y sesenta y tantos heridos. (El Sr. Azcárate: ¡Pro me laboras!) En Barcelona no han pasado todavía de tres.

Pero, Sr. Azcárate, ¡si yo propongo esto para que lo de Barcelona no llegue a alcanzar las proporciones que lo de Trieste y lo de Milán y lo de otras partes, porque me parece horrible! Yo creo que el deber de todo Gobierno es evitar que se pueda llegar a tales extremos. ¿Se puede negar que hay una perturbación gravísima del orden y de la seguridad individual y de la propiedad en Barcelona? ¿Se puede negar que éste sería un Gobierno abandonado si no tomara todas las precauciones indispensables para remediar un mal tan grave? ¿Se puede negar que es indispensable eso para dar seguridad en aquella población al que quiere vivir en paz? Pues si eso no se puede negar, ¿por qué acusar al Gobierno de que lo haga?

¡Ah! Su señoría acusa al Gobierno porque hace eso; pero si no lo hiciera, llegarían al cielo los gritos contra el Gobierno por su falta de energía, por su flojedad y su abandono. Entonces sí que se diría, y hasta cierto punto con razón, que no había Gobierno: y yo me propongo que lo haya, y que lo haya de veras. (Aplausos en la mayoría).



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